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jueves, 24 de julio de 2014



LLUVIA SOLIDA UN GRAN INVENTO MEXICANO





El ingeniero mexicano Sergio Jesús Rico desarrolló un sistema de riego denominado "lluvia sólida" que eleva casi 20 veces el rendimiento agrícola en zonas áridas, informó el Instituto Politécnico Nacional (IPN). 


La tecnología creada por Rico consiste en el uso de una sustancia que atrapa el agua en forma de gel y la adhiere a las raíces de las plantas, lo que permite mantenerlas hidratadas, indicó el IPN en un comunicado. 

El especialista, egresado de la carrera de Ingeniería Química Industrial, utilizó en su proyecto una fórmula de poliacrilato de potasio (un polvo blanco similar al azúcar), al cual se adhieren las moléculas de agua para formar un gel. 

El IPN afirmó que por cada kilogramo de esta fórmula se gelatinizan 500 litros de agua, es decir media tonelada de "lluvia sólida". 

El investigador señaló que este producto puede utilizarse en todo tipo de vegetación, como pastos o bosques, y sobre todo en la producción de alimentos. 


Esta técnica demostró su eficacia desde 2005 después de que se aplicó a cultivos de maíz en el estado de Jalisco, informó el IPN. 

Precisó que ahí se utilizaron dos sistemas de riego: uno tradicional, con lluvia de temporal, que produjo 600 kilogramos por hectárea, y uno con "lluvia sólida", con un rendimiento de 10 toneladas por hectárea. 

"La lluvia sólida es un sistema de riego que, a diferencia de otros como el de goteo y cintillo, es el único que emplea agua en estado sólido; los resultados son extraordinarios porque la raíz se mantiene húmeda por varios meses, y se rehidrata en repetidas ocasiones con las precipitaciones", resaltó Rico. 

El IPN explicó que el agua de lluvia se adhiere al gel localizado en las raíces de las plantas y éste se humedece lo suficiente y permite aprovechar al máximo el líquido, con lo que "no hay desperdicio, el agua no se filtra al subsuelo, ni se evapora". 

La "lluvia sólida" es ideal para sembrar en zonas áridas, áreas de baja precipitación y en parcelas sin riego. 

Además, la técnica permite almacenar y transportar agua en este estado hacia lugares de difícil acceso. 



De exportación 

La lluvia sólida se ha aplicado también en los poblados de Perote, Veracruz; La Piedad, Michoacán, y Topilejo, Distrito Federal, así como en India con sembradíos de papaya, mango, cacahuate, algodón, trigo y palmeras de coco. 

Con el sistema tradicional esos cultivos requieren riegos de 80 litros, una vez por semana, a diferencia del método con lluvia sólida, en el que sólo es necesario un riego de 50 litros cada tres meses. 

En Colombia se aplicó ese novedosos método de irrigación en invernaderos de rosas y claveles; "los resultados indicaron un ahorro de 75% en los costos de riego, 100% en incremento de follaje y flores, y 300% en desarrollo de raíces", explicó el investigador. 

Rico Velasco señaló que el producto puede utilizarse en vegetación de todo tipo, como pastos, bosques, campos, invernaderos y sobretodo en la producción de alimentos, además de ser ideal para sembrar en zonas áridas, áreas de baja precipitación y parcelas de riego. 

El experto indicó que también se puede almacenar en costales, lo que permite su transportación hasta los lugares de difícil acceso, como montañas, donde se dificulta la entrada de una pipa de agua pero es posible enviarlo en animales de carga. 

Explicó que la lluvia es capturada de los techos y otros medios, posteriormente es dirigida y almacenada en recipientes de cualquier tipo; una vez que está en contenedores, se realiza el proceso de solidificación.

Dijo que el continuo crecimiento de los desiertos, el cambio climático y la incertidumbre de la temporada de lluvias son problemas que se superan con la instalación de la `lluvia sólida' en la raíz de las plantas, pues la humedad permite la siembra, cosecha y sobrevivencia aún en temporada de sequía. 

El IPN destacó que debido a su "exitosa metodología de irrigación", el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI) nominó al ingeniero Rico al Premio Mundial del Agua en el 2012.


No es profeta en su tierra


De acuerdo al ingeniero Rico los funcionarios públicos del gobierno de México toman su producto como una curiosidad o breviario culturar y solo le desean suerte porque su trabajo les prohíbe promover el consumo de una marca en específico. El éxito que el ingeniero Rico no ha encontrado en México lo está encontrado en otros países como India, Colombia, Guatemala, Honduras, Ecuador, Nicaragua, España, Portugal, Dubai, Haití y Estados Unidos donde está comercializando su invento.

En la India su producto es utilizado para la cosecha de cacahuate, mango, flores, cocos, dátiles, olivos, etc. Para ser específicos las palmeras de coco en la India requieren un riego de 80 litros de agua cada semana pero con la aplicación de los “Silos de Agua” solo se les tiene que aplicar 50 litros de agua cada tres meses. En México se ha aplicado el producto exitosamente en Hidalgo para los cultivos de frijol, maíz y cebada. También en Aguahedionda, Jalisco, un poblado deforestado y condenado a la pobreza y marginación.



LA TELEPLASTÍA UN FENÓMENO REAL



Nada es real, pero nada es tampoco irreal y todos los fenómenos son aproximaciones a un lado o a otro entre la realidad y la irrealidad” (Charles Fort).




Es un fenómeno de impresión de imágenes, normalmente caras o dibujos, que aparecen de forma inexplicable en suelos, paredes, y objetos sin que exista una razón aparente que explique tal fenómeno. Algunos dicen que es una emisión del psiquis humano de forma inconsciente, otros que existe una remanencia de emociones de personas que vivieron en el lugar

y que se queda impregnadas en el ambiente durante siglos, hay los que sostienen la teoría de que los muertos quieren de alguna manera expresar algo, o llamarnos la atención para un hecho en concreto.

Es un vocablo de origen alemán, sinónimo de ectoplasma y cuyo término fue definido por René Sudre como la objetivación de las formas ectoplasmáticas y las materializaciones objetivas. Podría interpretarse como Telergia, fuerza estructuradora de formaciones plásticas en tres dimensiones.

Leonardo da Vinci, el mas intelectual y analítico de los artistas del renacimiento, decía que quien no fuera capaz de imaginar batallas en una mancha de humedad, no podía ser pintor.

Es una gran verdad, pues el ojo humano tiene una tendencia a recomponer imágenes que registra la retina, igual que una nube en el cielo adopta la forma de un caballo, de un helado o de un rebaño de ovejas según la imaginación de quien las contempla, una mancha que aparece casualmente en un suelo de cemento, puede parecerse a una cara, y si la primera persona que la ve dice que parece una cara, esta transmitiendo a las otras personas su recomposición de la mancha, sugestionándolos.




Sea una cosa u otra, el fenómeno es real y no se sabe cual es el mecanismo que los produce, ya sea psíquico o espiritual, todavía se investiga ese tipo de fenómenos, sin llegar a ninguna conclusión científica.

Uno de los casos mas controversiales fue el de las caras de Belmez, caso que fue investigado a conciencia y al final resulto ser un invención humana, se dice que si el rostro aparecido en ese lugar hubiera sido solo uno, el fenómeno habría tenido mas autenticidad, sin embargo al aparecer múltiples rostros no se pudo considerar como algo real.



El fenómeno de las “caras” de Bélmez no es inédito; nos lo demuestra el hecho de que, ya en Enero de 1.963, concretamente en la localidad de Nassau (Bahamas), ocurrió algo muy parecido.

El fenómeno se produjo en la iglesia del Tabernáculo de la Buena Nueva, en el transcurso del sermón que pronunciaba el reverendo Paul Roberto. La Sra. Lovre, joven ama de casa de respetada familia, que asistía al acto religioso, dijo ver el rostro de Cristo a la vez que señalaba una de las paredes de la Iglesia. sin embargo, las insistentes miradas de los feligreses nada pudieron ver, aunque la dama insistiera en que veía a Jesús junto a los rostros de dos personas que no podía identificar.

La noticia se propagó y la iglesia se vio repleta de público en el sermón de la tarde.

En esta ocasión, los asistentes pudieron apreciar claramente como los rostros empezaban a destacarse en la pared.

Si el suceso hubiera sido una farsa, el periodista Luther Evans, enviado por el ” Chicago Daily News” para investigar el caso, habría escrito un sabroso y humorístico artículo sobre el particular, pero no fue así, ya que tuvo oportunidad de convencerse de la autenticidad de los hechos.

Esas teleplastias perduraron en la Iglesia poco tiempo, aunque sí el suficiente para proporcionar el testimonio de la insoslayable realidad de esta fenomenología.


LA MUERTE SEGÚN EL BUDISMO



LA MUERTE UN REGRESO A LA VIDA


Todas las grandes tradiciones espirituales de la humanidad se han desarrollado a partir de la experiencia viva de seres humanos que han dedicado su energía, mente y espíritu a la realización del misterio de la existencia.

Es muy inspirador acercarse a conocer cuáles son los fundamentos de todas estas tradiciones y sentir que, más allá de las formas, lo esencial es idéntico, que cada tradición aborda el Misterio desde una perspectiva diferente, pero todas, sin excepción, apuntan a lo mismo, todas “señalan con distinto dedo la misma Luna”.

La médula de las enseñanzas budistas transmite una profunda sabiduría sobre la naturaleza de la Realidad y de nuestra existencia, sobre el nacer y el morir, sobre el origen del sufrimiento y su cesación, sobre el conocimiento de la naturaleza de la mente, y de cómo alcanzar un estado de plenitud y realización.

Y también el budismo enseña cómo afrontar la disolución progresiva que supone el proceso de la propia muerte en los niveles físico, emocional, mental y espiritual. El budismo concibe la muerte como imbricada íntimamente con la vida, como parte de la existencia. Y así como la respiración es una sucesión de inspiraciones y espiraciones, así ocurre con el fenómeno de vida-muerte: cada pérdida es una pequeña muerte, el crecimiento es un morirse a la forma vieja, el fin del gusano es el principio de la mariposa… Más allá de esto, la muerte física es un hito importante, un gran punto de inflexión en el proceso del devenir de la consciencia, al igual que lo es el nacimiento.

Lo esencial en sí no es la muerte sino cómo se muere, al igual que es importante cómo se vive. La enseñanza insiste en que la experiencia subjetiva de la propia muerte va más allá de la disolución del cuerpo, y por tanto el devenir de este “principio de consciencia” que somos depende del estado de la mente, iluminada y en paz, u oscurecida, en medio del aferramiento y la aversión. En este sentido el budismo desarrolla toda una “alta tecnología” psicológica y espiritual para aprender el arte de la consciencia, de la vida y de la muerte.A diferencia de antaño, en estos últimos años morirse en cualquier país “desarrollado” es asunto de hospitales, residencias, en lugares alejados del domicilio y de la familia, en manos de “profesionales de la salud” que viven la muerte del paciente como un fracaso, en tanto que profesionales que velan de la vida y salud de sus pacientes.La verdad es que la sociedad trata de esconder el dolor y la muerte, relegarla a los “especialistas”, negarla en definitiva. Es algo que siempre le pasa a otros, algo a evitar, negativo, algo a lo que resistirse. Y como dice el maestro budista Zen Dokushô Villaba, el tabú más perturbador de occidente no es el sexo sino la muerte.



El miedo a la muerte, a la disolución del “yo”, es el origen de la angustia, miedo y desesperación, cuando lo cierto es que el proceso de morir es absolutamente natural, como lo es la caída de las hojas en otoño o el marchitarse de las flores.
Los maestros budistas han descrito cuál es la experiencia subjetiva de la persona que está en el momento de la muerte. No es propósito de este artículo entrar en detalles sobre estas enseñanzas pero sí avalar las razones por las que los practicantes budistas demandan a la sociedad que respete ciertas normas cuando mueren las personas y, en especial, los budistas. La norma básica es la de velar el cuerpo y no molestarlo durante un período que puede oscilar entre los tres y los siete días.

En primer lugar se produce lo que los maestros llaman la disolución externa, que es cuando se disuelven los sentidos y los elementos, no referidos a elementos materiales sino a cualidades correspondientes a tierra, agua, aire y fuego. De forma somera esbozamos este proceso:

Los sentidos dejan de funcionar, ésta es la primera fase.
La disolución de los elementos comienza con el elemento tierra. El cuerpo pierde toda su fuerza, no tiene energía. 

Experimenta pesadez e incomodidad. Se instala la palidez y las mejillas se hunden. Experimentamos debilidad y fragilidad, alternativamente tenemos la mente agitada y delirante y luego somnolencia.



Después el elemento agua: perdemos el control sobre nuestros líquidos, tenemos la sensación de que los ojos se secan en las cuencas. Tenemos mucha sed, la boca y la garganta pegajosas y obstruidas. La mente se nos vuelve brumosa, frustrada, irritable y nerviosa.


El elemento fuego: se secan por completo la boca y la nariz, se va el calor del cuerpo. Al respirar el aire que pasa por la boca y la nariz es frío. La mente oscila alternativamente entre la claridad y la confusión y ya no recordamos cómo se llaman nuestros parientes y amigos, ni les reconocemos. Kalu Rimpoché escribe: “Para la persona que está muriendo su experiencia interna es la de ser consumida por una llama, de hallarse en medio de un rugiente incendio, o quizá la del mundo entero consumido por un holocausto de fuego”.


El elemento aire: cada vez es más difícil respirar. Emitimos estertores y resuellos. A medida que el intelecto se disuelve la mente queda perpleja, sin conciencia del mundo exterior, todo se vuelve borroso y se va la última sensación de contacto con el entorno físico. Hay alucinaciones y visiones: si ha habido mucha negatividad en nuestra vida quizá veamos formas aterradoras, si hemos llevado una vida amable y compasiva acaso experimentemos visiones dichosas y celestiales. Para los que han llevado una buena vida, en la muerte hay paz en lugar de terror. Nuestras inhalaciones son cada vez más superficiales y nuestras exhalaciones más largas, hasta llegar a tres largas exhalaciones finales y de pronto se interrumpe la respiración. Sólo queda un ligero calor en el corazón. Todos los signos vitales han desaparecido, y éste es el momento en el que en una situación clínica moderna se nos declara “muertos”.


Pero los maestros budistas hablan de un proceso interno que todavía prosigue. Es la disolución interna:

Se disuelven los estados de pensamiento y emociones, tanto bastos como sutiles, y van apareciendo cuatro planos de conciencia de creciente sutileza

Se desarrolla un proceso inverso al de la concepción, en relación a las esencias heredadas de nuestro padre y de nuestra madre; mediante un proceso determinado de los centros y canales energéticos sutiles ambas esencias se encuentran.


Este proceso de encuentro da lugar, primero, a una experiencia como de “un cielo iluminado por la luna” y de percepción extraordinariamente clara, en la que todos los estados de pensamiento que derivan de la ira llegan a su fin. Es el resultado del descenso de la esencia del padre desde la zona de la coronilla hasta la zona del corazón. Después, la esencia de la madre asciende por el canal central del cuerpo desde la zona del bajo vientre hasta el corazón, experimentando una visión como “un sol que brilla en un cielo puro”, y una gran dicha cuando todos los estados de pensamiento que derivan del deseo dejan de funcionar. El encuentro en el corazón de ambas esencias se experimenta como “un cielo vacío envuelto en la más profunda tiniebla” y un estado mental libre de pensamientos.

Cuando empezamos a recobrar ligeramente la conciencia amanece la Luminosidad Base, o Clara Luz del Ser, como “un cielo inmaculado libre de nubes, bruma o niebla”. El Dalai Lama afirma: “Esta conciencia es la mente más sutil e íntima. La llamamos naturaleza de Buda, la fuente real de toda conciencia. El continuo de esta mente perdura incluso en la budeidad”.


LA MUERTE, UN REGRESAR A LA VIDA

Cuando morimos es como si retornáramos a nuestro estado original; todo se disuelve, mientras el cuerpo y la mente se deshilachan. Todo este proceso nos lleva a la base primordial de la naturaleza de la mente, en toda su pureza y sencillez natural. Ahora todo lo que la oscurecía queda eliminado y se revela nuestra verdadera naturaleza.

Este proceso no se experimenta solamente en el momento de la muerte; de hecho es lo que sucede cuando “llevamos la mente a casa” mediante la práctica espiritual, el entrenamiento meditativo, y tenemos experiencias de dicha, claridad y ausencia de pensamientos, que indican que el deseo, la ira y la ignorancia se han disuelto momentáneamente. 

En realidad es el arte de ser consciente de todo este proceso lo que nos permite, cuando morimos, reconocer la Luminosidad Base o Clara Luz del Ser cuando aparece. La mayoría de nosotros no estamos en absoluto preparados para su pura inmensidad, para la profundidad vasta y sutil de su desnuda sencillez. Por eso, al no reconocerla, y aunque hayamos muerto, en nuestro miedo e ignorancia nos retiramos y mantenemos nuestro aferramiento. Y esto nos impide utilizar verdaderamente ese poderoso momento para liberarnos y nos vemos impulsados hacia un nuevo renacimiento, comenzando así el proceso del Bardo, o estado intermedio.

Tradicionalmente en el budismo se considera que el proceso completo desde la muerte hasta el siguiente nacimiento tiene una duración de cuarenta y nueve días, tiempo durante el cual el difunto recibe asistencia espiritual.

 UN MAESTRO BUDISTA DICE DE LA MUERTE


El maestro Sogyal Rimpoché, en su libro “El libro tibetano de la vida y de la muerte” nos cuenta: “En un hospicio que conozco estaba muriendo de cáncer de mama Emily, una mujer de cerca de setenta años. Su hija solía visitarla todos los días y, al parecer, mantenían una relación feliz. Pero cuando su hija se iba, Emily casi siempre se sentaba a llorar a solas. La causa del llanto, como no tardó en saberse, era que su hija se negaba en redondo a aceptar la inevitabilidad de la muerte y se pasaba el rato alentando a su madre a “pensar de un modo positivo”, con la esperanza de que así se curaría el cáncer.

Lo que en realidad ocurría era que Emily tenía que guardarse para sí todos sus pensamientos, profundos temores, pánico y aflicción, sin poder hablar de ellos con nadie, sin tener a nadie que le ayudara a explorarlos, a nadie que le ayudara a entender su vida ni a nadie que le ayudara a encontrar un sentido curativo a su muerte.

Lo esencial en la vida es establecer con los demás una comunicación sincera y libre de temores, y ésta nunca es tan importante como cuando se trata de una persona moribunda, como me enseñó Emily”.



Para poder tener un acercamiento auténtico a alguien que está en trance de muerte es necesario hacerle frente a la propia muerte, al propio dolor que anida en el fondo de nuestro corazón y que aflorará antes o después, y sin posibilidad de aplazamiento, en el momento de la propia muerte. Es necesario tener el coraje y la autenticidad de abordar el estudio de nosotros mismos para poder afrontar la perdida como algo inevitable y evolutivo del ser.