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sábado, 24 de enero de 2015



BASTET LA DIOSA GATA




En multitud de culturas el gato es un importante y muy antiguo tótem espiritual, Un animal de poder desde Egipto hasta el mundo celta.

EL SÍMBOLISMO DEL GATO




El gato como símbolo celta:

El gato es un tótem antiguo como símbolo celta, el gato representaba el guardián del otro mundo (o inframundo, según la cual los textos se leen de diversas regiones). Los gatos son estoicos (nunca se quejan aunque sientan dolor, aguantan como ningún otro ser vivo el dolor), silenciosos y misteriosos.

Los gatos se dice que desde siempre han mantenido los secretos del otro mundo eternamente y aún hoy miran con astucia al mundo que no ve o no entiende la profundidad de sus conocimientos. Sin embargo, el gato negro en la tradición celta se consideraba el mal, y eran tristemente sacrificados. El gato era el eterno compañero de los druídas, hechiceros y magos del mundo celta.

En la tradición occidental, que proviene del mundo celta en buena parte el gato negro ha sido asociado con la brujería. Esto se debe a negro se asocia con los riesgos que se le suponen a la noche, y el gato se asocia con la transformación al igual que el velo de la noche cambia nuestra percepción de la realidad.






El gato ve en la oscuridad, se desenvuelve bien en ella, ve perfectamente aún sin luna ni luz alguna, el gato es un animal lunar, y como tal se le atribuyen las propiedades de la luna, la intuición, el misterio, lo espiritual, los sueños…





El gato como símbolo en la antigua Roma


En la antigua Roma el gato era consagrado a Diana, la diosa de la luna. Aquí el gato era considerado también como un guardián de casas y un símbolo de la bondad interna. 








El gato como símbolo en la cultura musulmana


En la tradición musulmana, el gato defiende con honor para a Mahoma de un ataque de una serpiente feroz. En los países árabes se cree que la “M” marcada en la frente de muchos gatos es la marca del profeta (“M” de Mahoma). Los gatos son animales respetados y queridos por los árabes. 


ORÍGENES


La religión de los antiguos egipcios es muy peculiar, las mismas historias se repiten con distintas versiones en lugares apartados, pero en el fondo, la leyenda es la misma, protagonizada por unos u otros dioses. Mi favorita es la saga de las hijas de Ra (o Re), en concreto, el mito de Sejmet, la diosa leona.

Cuentan que un día Ra, el dios sol creador del mundo y de los dioses, ya anciano, envió a uno de sus ojos a echar un vistazo por la tierra. Lo que vió el ojo no le gustó nada al anciano dios, los humanos estaban empezando a faltarle al respeto y a burlarse de él, así que se enfureció. Después de haberlos creado de la nada esos estúpidos humanos se atrevían a desobedecerle, se merecían un castigo y para proporcionárselo tenía a su hija perfecta, la diosa Sejmet (o Sekmet).




Sejmet bajó a la tierra y se convirtió en una leona, ávida de sangre, que empezó a devorar humanos por todas partes. Humano que se encontraba, humano que se comía, y cuánta más sangre bebía, más sangre necesitaba. Ra y el resto de sus hijos lo veían y empezaron a preocuparse, él quería dar un escarmiento a los humanos no acabar con ellos. Le entró la morriña y se acordó de cuando era joven y les enseñó a sembrar la tierra, eran tan felices juntos… Había que parar a Sejmet de alguna forma, pero ésta estaba borracha con tanta sangre y se negó a dejar de devorar gente, por mucho que Ra se lo pidiera.

Entonces tuvieron una idea, una tarde que la leona dormía la siesta después de una gran comilona de humanos, vertieron ante ella vino de granadas, que era un vino que emborracha con mucha facilidad y tiene el color y la consistencia de la sangre. Cuando Sejmet se despertó con sed y vio el charco, se lo bebió visto y no visto, con el vino se emborrachó, y con la borrachera le volvió la cordura, convirtiéndose en la hermosa y mimosa gatita Bastet.

La diosa Bastet, desde entonces, se convirtió en la protectora de los humanos y de sus hogares, les protegía de enfermedades, plagas, males de ojo… pero eso sí, una vez al año exigía un festival en su honor en el que se debía beber vino de granadas, si no, se enfadaría y volvería a convertirse en una leona devoradora de humanos.

El festival en honor de Bastet era uno de los más celebrados en Egipto, no se sabe si por temor a ser devorados por una leona o por la excusa de beber vino de granadas sin freno, lo cual acababa en orgías, así que estos festivales acabaron siendo símbolo de fertilidad.






EL GATO Y SUS SIGNIFICADOS



El gato a nivel simbólico representa la astucia, la inteligencia, la timidez, el misterio, lo secreto, la intuición. Lo sobrenatural. Se dice que los gatos captan señales de otros niveles que nosotros los humanos somos incapaces de percibir). La vigilancia, el ser selectivo y refinado, y la independencia, pues es un animal que sabe bien cuidarse a sí mismo.



Los gatos tienden a dar mensajes de cambio, donde es importante la flexibilidad y la adaptación. A menudo, cuando un gato hace una aparición poco común en nuestras vidas es un mensaje para nosotros para sacudir nuestra rutina habitual y hacer algunos cambios de nuevo nuestra vida, así como ser más flexibles en nuestra manera de pensar.

Los gatos también pueden ser muy distantes, y esto también es a menudo un mensaje para que nos aprendamos a distanciar de las personas o situaciones que nos están siendo negativas y oprimentes. A veces el mejor remedio para un problema es que se aleje de él – el gato sí se da cuenta de esto, y sería conveniente reconocer esta necesidad también.

Por último, el simbolismo animal gato está sobre el misterio. Por desgracia, su carácter impredecible le ha dado al gato un mal nombre en algunas zonas de tradición popular, especialmente brujería. Cuando, en realidad, esta es una de sus más valiosas propiedades, que puede ser aprovechado por nosotros los seres humanos. Se dice también que el gato es un limpiador natural de energías. Allí donde se posa un gato, está limpiando toda energía mala, pues la transmuta en positiva de manera natural, es por ello que en los hogares con gatos se respira cierta calma natural en el ambiente, pues el gato constantemente equilibra la energía del hogar.

A veces el gato muestra un comportamiento muy extraño y travesuras, que en realidad nunca podemos justificar. Los gatos ven cosas, perciben cosas, sienten algo que nosotros no vemos…y nos protegen.

PROPIEDADES MÁGICAS DEL GATO

El gato tótem es un fabuloso protector y limpiador de energías negativas, que transmuta en energías positivas, llevar la imagen del gato es un protector natural.

También el gato aporta astucia, aviva la intuición y los poderes psíquicos si se le sabe entender y cuidar, es un fabuloso compañero siempre que no se caiga en la dependencia, pues el gato enseña la libertad de querer sin compromisos ni nada a cambio, y solo por el sentimiento puro de amor a su amo, y traduciendo…de amor a la vida.




 LA CUARTA DIMENSIÓN








Fuera la gente corría y gritaba. Un hombre lloraba en mitad de la calle. De pronto, se escuchó un estruendo y una sustancia transparente lo diluyó; en su lugar quedó una silueta deforme. Todos corrieron. Ella estaba paralizada.



–¡Vamos, corre! –dijo un joven, tomándola por el brazo y obligándola a volver en sí.


La sustancia avanzaba devorándolo todo.


–¡Corre! –insistió el muchacho, mientras se escuchaba otra detonación, seguida de una desordenada estampida.


-–¡Entremos! –gritó ella. Abrió una puerta oculta y ambos se dirigieron al bosque. Corrían entre los matorrales hacia la cabaña. Pero las plantas comenzaron a ser devoradas en cada estruendo. La sustancia los rodeaba. Las explosiones los perseguían. Cuando la sustancia parecía finalmente alcanzarlos, lograron cruzar la puerta.

¡Los muros resistirán! –dijo ella con esperanza.

Cerraron la puerta y se lanzaron a una esquina de la habitación. Se miraron sin ocultar su miedo. Un solo estruendo destruyó dos muros de la cabaña, mientras un repiqueteo feroz y constante de explosiones acompañaba a la sustancia, que ahora devoraba los muebles. Ambos entrelazaron sus dedos y cerraron los ojos.

Cerca de allí, una niña miraba por la ventana la lluvia torrencial cuando descubrió algo terrible.

–¡Mamá, mi pintura se ha quedado fuera! –gritó, y salió corriendo.

Sobre el césped mojado yacía el enorme lienzo. Las calles, los árboles, las casas y los habitantes de la pintura habían sido borrados por la lluvia. En una esquina del cuadro, dos seres deformes –que ella no recordaba haber pintado– parecían agarrados por las manos.

En un universo con más dimensiones de las que conocemos podríamos movernos en otras direcciones e incluso tomar atajos en el tiempo
En el universo de los seres de la pintura no existe altura, solo se pueden mover hacia los lados, atrás o adelante, atrapados en dos dimensiones. La tormenta cae desde “arriba”, de una tercera dimensión que ellos no pueden siquiera imaginar. ¿Qué destino tendríamos los humanos si en nuestro universo existieran más de tres dimensiones?







En ese extraño universo no solo podríamos movernos hacia arriba o hacia abajo, adelante o atrás, hacia la derecha o hacia la izquierda; habría nuevas direcciones, podríamos entrar y salir del universo que nos es familiar. Quizá seríamos capaces de mirar al interior de los cuerpos. Tal vez habría atajos, caminos o puentes en una cuarta dimensión, que nos permitirían llegar más deprisa al trabajo. ¿Es posible que aún no nos hayamos percatado de su existencia?

Albert Einstein y otros físicos emprendieron hace 100 años la búsqueda de las dimensiones ocultas, siguiendo sutiles pistas escondidas en la naturaleza. ¿Hacia dónde mirar si todo lo que conocemos es tridimensional? Pensaron que, tal vez, en el universo que observamos debería haber señales de la cuarta dimensión, sucesos inexplicables originados más allá de lo conocido, como la catastrófica tormenta tridimensional que destruyó el universo bidimensional de la pintura.



Buscando esos sucesos inexplicables, estudiaron la teoría de la gravedad, de donde surgió la primera pista: curiosamente, esta fuerza es la más débil de todas las existentes. E imaginaron que la razón es que la gravedad se extiende a todas las dimensiones, las conocidas y las desconocidas. Para entenderlo, comparemos la fuerza de gravedad con un chorro de agua: si el agua cae (verticalmente) de la regadera solo por uno de sus agujeros, la presión es mayor que si sale por todos los orificios distribuidos en horizontal. Es decir, la fuerza del agua es mayor en una dimensión (vertical) que en dos (vertical y horizontal). Análogamente, la gravedad sería más débil si viviéramos en un universo con dimensiones adicionales.

Pero si hubiera una sola dimensión extra parecida a las que nos son familiares, la gravedad podría ser incluso más débil de lo que es, evitando la formación de planetas y galaxias. Nada sería igual. Quizá deberíamos concluir entonces que no existen otras dimensiones.


Pero ¿y si fueran diferentes de las que nos son familiares?


Esa fue la pregunta que se hicieron el físico, matemático y políglota alemán Theodor Kaluza y el físico suecoOskar Klein, ganador de la medalla Max Planck en 1959.

1200 veces más que un protón pesarían las partículas originadas por la existencia de otras dimensiones

¿Y si son muy pequeñas?

Motivados por la sospecha de que una dimensión adicional podría explicar el origen del electromagnetismo y de la gravedad, ambos condujeron a la ciencia hacia un territorio inexplorado. Para entonces, en los años 20, Einstein había descrito la gravedad como resultado de las curvas, valles y agujeros invisibles de la gran figura geométrica que forma nuestro universo. La imagen concebida por Einstein, similar a la de un enorme pantano con múltiples arenas movedizas que, aunque no se perciben a simple vista, atrapan a cualquier objeto que se acerca, permite entender por qué la Tierra está atrapada por el Sol, y la Luna por la Tierra.

En ese escenario, los investigadores imaginaron que esas otras dimensiones podrían ser tan pequeñas como para escapar a cualquier detector construido por el ser humano.

Para entender cómo veían Kaluza y Klein esta idea, pensemos en un niño y un bicho que caminan sobre un cable delgado. Mientras el niño solo puede caminar hacia atrás y hacia adelante –en una dimensión–, el bicho también se mueve de derecha a izquierda, rodeando la circunferencia del cable, percibiendo una segunda dimensión que el niño no ve porque es muy pequeña. El cable podría representar nuestro universo.

0,1 milímetros: El tamaño de la cuarta dimensión podría estar por debajo

Una manera de apreciar cómo las dimensiones de Kaluza y Klein llegaron a ser diminutas es imaginando un origen distinto para el mundo bidimensional de la pintura de la niña. Pensemos que hace mucho tiempo ese mundo era como el nuestro, pero una fuerza misteriosa empezó a comprimir la altura de las casas y cosas, hasta reducirlo a un cuadro. Debido al nuevo tamaño de la tercera dimensión, nadie en el cuadro podría saber que una vez existieron más de dos dimensiones.


Nuestro universo podría haber sufrido una transición semejante al principio del cosmos, hace casi 14.000 millones de años; haber tenido una o más de esas dimensiones “compactadas”. Los seres que vivimos aquí parecemos tridimensionales, pero podríamos ser cuatridimensionales, capaces incluso de entrar y salir de la cuarta dimensión.

La primera consecuencia de esta idea era natural: de haber dimensiones tan pequeñas, ante nuestros “gigantescos” ojos, la gravedad sería como la conocemos. Pero la segunda consecuencia fue una sorpresa: un universo con semejantes dimensiones debe estar poblado por pequeñísimas partículas muy pesadas, más que cualquier otra partícula conocida, que conviven con microagujeros negros.






Fuente: Quociencia




Crean zapato que al caminar produce y almacena energía.





El zapato podría detectar cuándo su usuario se lo pone y reaccionar en consecuencia atándose y desatándose cuando sea necesario.




Parece un zapato como cualquier otro pero con una diferencia, pues tiene incorporados dos dispositivos en su interior para almacenar la energía que se genera al caminar.

Esta tecnología, desarrollada por investigadores alemanes, puede utilizarse para cargar los sensores electrónicos de los wearables –los dispositivos que se visten o se portan– sin necesidad de recurrir a las baterías.

Uno de los aparatos aprovecha la energía que se produce cuando el talón golpea el piso, el otro la toma del movimiento del pie. Ambos pueden sentar las bases para el desarrollo de un calzado que se ate los cordones solo, ideal para la gente mayor.



Los detalles del invento fueron publicados en la revista especializada Smart Materials and Structures. Otra de las aplicaciones en las que está trabajando el equipo alemán es un navegador interno para el zapato, que permita calcular la aceleración de la caminata, la velocidad angular (si se registra o no un giro del pie) y el campo magnético.

“Con la información de los sensores, podríamos calcular cuán lejos has caminado y en qué dirección. Imagina una unidad de rescate ingresando a un edificio que no conoce. Pueden verificar en qué dirección caminaron usando un dispositivo manual”, explica Klevis Ylli, del centro de investigación HSG-IMIT.

CORDONES INTELIGENTES 

Los dos dispositivos del zapato generan energía aprovechando el movimiento que se produce entre imanes y bobinas. Cuando el campo magnético de un imán en movimiento pasa por una bobina, se genera una corriente eléctrica.

Esta energía es relativamente pequeña (entre tres y cuatro milivatios cuando es más potente). Lo anterior no alcanza para cargar, por ejemplo, un smartphone, que necesita cerca de dos mil milivatios; sin embargo, es suficiente para cargar pequeños sensores y transmisores, lo cual abre la puerta a una serie de nuevas aplicaciones.

Para desarrollar los dispositivos fue necesario encontrar un balance entre la cantidad de energía que podían generar, y el tamaño y demás limitaciones. Según Ylli, el prototipo creado por su equipo ofrece una serie de ventajas en comparación con otros dispositivos anteriores.

“Algunas aproximaciones en el pasado, por ejemplo, trataron de usar una palanca bajo el zapato para cargar un mecanismo que transmite potencia y un generador eléctrico como usan algunas linternas eléctricas. Podían generar hasta 250 milivatios pero eran enormes y pesados, y el mecanismo sobresalía del zapato”, explica Ylli.

“La energía está en relación al tamaño, pero si quieres integrar un dispositivo así a la suela de un zapato, tienes que trabajar con limitaciones estrictas en cuanto al peso y la longitud del dispositivo”, añade el investigador.

“Nosotros creemos haber diseñado dispositivos comparativamente más pequeños, si tomamos en consideración la energía que generan”. Según explicó Ylli, el aparato que aprovecha la energía que produce el pie al moverse fue desarrollado con la intención de crear un zapato que se ate los cordones solo, para los ancianos.