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jueves, 25 de septiembre de 2014



LA CRUZ QUE PROTEJE CONTRA EL MAL






La difusión de esta medalla comenzó a raíz de un proceso por brujería en Baviera, en 1647. En Natternberg, unas mujeres fueron juzgadas por hechiceras, y en el proceso declararon que no habían podido dañar a la abadía benedictina de Metten, porque estaba protegida por el signo de la Santa Cruz. Se buscó entonces en el monasterio y se encontraron pintadas antiguas representaciones de esta cruz, con la inscripción antes explicada, la que siempre acompaña a la medalla. Pero esas iniciales misteriosas no pudieron ser interpretadas, hasta que, en un manuscrito de la biblioteca, iluminado en el mismo monasterio de Metten en 1414 y conservado hoy en la Biblioteca Estatal de Munich, se vio una imagen de San Benito, con esas mismas palabras. Un manuscrito anterior, del siglo XIV y procedente de Austria, que se encuentra en la biblioteca de Wolfenbüttel, parece haber sido el origen de la imagen y del texto. En el siglo XVII J. B. Thiers, erudito francés, la juzgó supersticiosa, por los enigmáticos caracteres que la acompañan, pero el Papa Benedicto XIV la aprobó en 1742 y la fórmula de su bendición se incorporó al Ritual Romano.


En un principio y durante muchos años , la devoción a esta Cruz-Medalla de San Benito, fué meramente local y exclusiva de los monasterios benedictinos; pero la curación milagrosa del joven Bruno (mas tarde el Papa León IX) en el siglo IX, lo ocurrido con ella en Baviera en 1647, y sobre todo el breve de Benedicto XIV (12 de Marzo de 1742), contribuyeron poderosamente a su propagación.


La medalla de San Benito representa, en un lado la imágen de la Cruz y, en el otro, la del Santo Patriarca.


El lado de la Cruz suele estar encabezado, o por el monograma del salvador: IHS, o por el lema de la orden benedictina: PAX.


En los cuatro ángulos de la Cruz se encuentran grabadas las siguientes iniciales: C.S.P.B., que significan: Crux Sancti Patris Benedicti, o sea: Cruz del Santo Padre Benito; las cuales son como un anuncio de la Medalla y no forman parte del exorcismo. 


En la línea vertical y horizontal y alrededor de la Cruz, se leen, en el siguiente orden, estas otras iniciales, cuyas palabras componen la oración u exorcismo que tanto teme Satanás y que conviene repetir a menudo.


El bautismo y la cruz



Notemos que en este breve texto, la victoria sobre el demonio se atribuye a la cruz de Jesucristo, que es luz y guía para el fiel, y que se opone al veneno y a la maldad del tentador. Es un eco de la consagración bautismal, de donde se impone la cruz al neófito, quien es lavado con el agua de la regeneración y recibe la luz del Señor Resucitado; pronuncia también las palabras de renuncia al demonio y confiesa la fe.

Por ello el cristiano que lleva la medalla no lo hace con una preocupación supersticiosa por apartar a los malos espíritus, sino consiente que es por la presencia del Señor Jesucristo y una vida conforme a la gracia, como habrá de mantener alejado al diablo y sus tentaciones. El futuro de esa devota práctica, la protección de Dios, se alcanza con una vida que sea después coherente al Evangelio. Donde está la gracia divina, no se puede aproximar el demonio. Pero el combate contra las asechanzas y tentaciones diabólicas no le va a faltar al fiel, pues el Maligno quiere impedir su camino hacia Dios, es entonces que la horación, la señal de la cruz, la invocación a Cristo Nuestro Señor y de los santos, son necesarios. Escribe Dom Guéranger:


No es preciso explicar al cristiano lector la fuerza de esta conjuración, que opone a los sacrificios y violencias de Satanás aquello que le causa el mayor temor: la cruz, el santo nombre de Jesús, las propias palabras del Salvador en la tentación, y en fin, el recuerdo de las victorias que el gran Patriarca San Benito obtuvo sobre el dragón infernal.





El origen de esta medalla se fundamenta en una verdad y experiencia del todo espiritual que aparece en la vida de san Benito, tal como nos la describe el papa san Gregorio en el Libro II de los Diálogos. El Padre de los monjes usó con frecuencia del signo de la cruz como signo de salvación, de verdad, y purificación de los sentidos. San Benito quebró el vaso que contenía veneno con la sola señal de la cruz hecha sobre él. Cuando los monjes fueron perturbados por el maligno, el santo manda que hagan la señal de la cruz sobre sus corazones. Una cruz era la firma de los monjes en la carta de su profesión cuando no sabían escribir. Todo ello no hace más que invitar a sus discípulos a considerar la santa cruz como señal bienhechora que simboliza la pasión salvadora del Señor, por la que se venció el poder del mal y de la muerte. 





La medalla presenta, por un lado, la imagen del Santo Patriarca, y por el otro, una cruz, y en ella y a su alrededor, las letras iniciales de una oración o exorcismo, que dice así (en latín y en castellano): 





Crux Sancti Patris Benedicti 
Cruz del Santo Padre Benito 


Crux Sacra Sit Mihi Lux 
Mi luz sea la cruz santa 

Non Draco Sit Mihi Dux 
No sea el demonio mi guía 

Vade Retro Satana 
¡Apártate, Satanás! 

Numquam Suade Mibi Vana 
No sugieras cosas vanas 

Sunt Mala Quae Libas 
Pues maldad es lo que brindas 

Ipse Venena Bibas 
Bebe tú mismo el veneno. 



UN SIGNO SAGRADO 

Desde hace muchos siglos, la cruz y la medalla de San Benito han sido muy difundidas aun más allá de los círculos más comprometidos con la fe de la Iglesia. La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de exorcismo. Como todo sacramental, su poder está no en sí misma sino en Cristo, quien lo otorga y en la fe y la fervorosa disposición de quien usa la medalla. 



Además, quienes a la hora de la muerte lleven la medalla de San Benito o el crucifijo con esta última, serán protegidos siempre que se encomienden al Padre, se confiesen y reciban la comunión o al menos invoquen el nombre de Jesús con profundo arrepentimiento. El Crucifijo de la Buena Muerte y la Medalla de San Benito han sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano frente a la tentación, el peligro, el mal, y principalmente en la hora de la muerte, y la misma Iglesia le ha conferido también al Crucifijo con la Medalla la Indulgencia Plenaria. Esta cruz también ayuda a los enfermos para unir sus sufrimientos a los de Nuestro Salvador.