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lunes, 11 de agosto de 2014


EL ARTE UN FACTOR DE CAMBIO






Hemos ido creando una sociedad enferma de deshumanización. El arte es uno de los remedios más verdaderamente humanos que pueden ayudar a recuperarla

Se han escrito muchas definiciones de arte, a lo largo de los siglos. En este siglo XXI en el que estamos metidos, el Arte nos sugiere y nos invita a una reflexión sobre la vida y sus avatares. Estamos huérfanos de belleza, de armonía, de calma, de ética, de honestidad. Nos desborda una tecnología que sigue sin dejarse usar (por nosotros) y se obceca en que seamos nosotros los usados. Las democracias cada vez son más dictaduras, los yugos cada día aprietan más. Internet ha venido a democratizar las oportunidades y es tan imparable, que los gobiernos están empeñados en limitar la libertad que otorga. Pero están atrapados a su vez, ya que dependen de Internet para sus cosas.


La vida ha cambiado, no hay la crisis que todos postulan que existe. Esta etiqueta es un camuflaje: no interesa que se sepa la verdad, porque entonces la gente podría reaccionar. ¿Y cuál es la verdad? Que ha cambiado el paradigma, el funcionamiento del mundo tal y como lo conocíamos. La cultura, tiene que reaccionar también a este cambio. Ya no hay más trabajo fijo, ni multinacional, ni administración que venda el sueño de un trabajo para siempre. La burbuja de piso-en-propiedad, ha explotado y los pisos son sustraídos a los propietarios con toda legalidad. Los tejemanejes y corrupciones varias han hecho ricos a unos cuantos y empobrecido a todos los demás. La justicia se ha ido de vacaciones (si es que hubo alguna vez verdadera justicia). Se trafica con armas, con sustancias, con riñones, con niños y con hombres y mujeres. 

Hay más de mil quinientas personas que se han apuntado a una nave espacial que viajará a Marte en un futuro. Un extraño te monta tu boda, te decora tu hogar, te cambias de familia. Son situaciones que se ven en la televisión, pero que ocurren en la realidad. Miles de personas viven en un nivel de pobreza en ciudades históricamente ricas. Empresas como Montsanto, investigan miles de formas de matarnos. La angustia por el día a día ha superado la angustia de la muerte.

Las personas han perdido el norte, la dirección, el sentido. Ya nada es como antes, y nadie dice cómo hay que actuar ahora. La gente está confusa y empieza a tener hambre.


¿Cómo podemos resolverlo? ¿Qué hacer para que esto cambie?


Hay muchos modos y maneras y cada cual debe buscar y encontrar el suyo. Pero hoy voy a sugerir dos modos extraordinarios para conseguirlo.

El uno, es el crecimiento personal. El otro, es el arte.

En cuanto al primero, me refiero a dejar de creer en ideas que no conducen más que al sufrimiento y al dolor. Por ejemplo, que todo es muy difícil, que va a estar peor, que ya no hay oportunidades, que sobrevivir de cualquier manera es a lo máximo que podemos aspirar, que incluso los ricos tienen miedo.


Una creencia es una idea a la que damos crédito, que aceptamos que es verdadera sin cuestionarla en absoluto. Es como la idea de los Reyes Magos. Durante muchos años, todos los niños hemos creído esta idea a pies juntillas, hemos sentido la emoción de la sorpresa de los regalos, hemos puesto un balde de agua y galletas para los camellos y los pajes, aunque viviéramos en un quinto piso (de manera que los camellos volaban). Sólo cuando comenzamos a preguntarnos sobre los Reyes, los paquetes escondidos, los cuchicheos de nuestros padres, fuimos abriendo la mente a una realidad distinta de la creída. Y finalmente conocimos la verdad (que no existen) y nos dolió.


Cuando crecemos abandonamos la creencia de que existen esos reyes navideños, pero seguimos creyendo montones de falsedades, simplemente, porque no las cuestionamos. Ahora estamos en unos tiempos en que nos hemos de defender de malas creencias, de miedo y desolación, que por todos los medios nos bombardean día a día. El método es cuestionarnos esas ideas y comprobar cuánta veracidad tienen o cuanta falsedad. Es un ejercicio poco fácil, pero no porque lo sea sino porque no estamos acostumbrados. 


También hemos llegado a un punto en que no tenemos derecho a la ignorancia. No podemos cerrar los ojos y hacer ver que no pasa nada, para que así, no nos veamos obligados a hacer algo para mejorar las cosas.


Hemos de tomar consciencia de cómo está el mundo (el general) y cómo está el nuestro (el particular). Asumir lo que hemos ido creando, o consintiendo que otros crearan. Sin culpa, pero con conocimiento. Y a partir de ahí, dedicarnos en cuerpo y alma a elegir las creencias (ideas a las que damos crédito) que queremos creer y crear y abandonar las demás (aunque las digan "gente importante").

Y aquí, en crear, llega el segundo punto extraordinario: el arte.




El arte siempre ha sido la vanguardia de la sociedad y el reflejo de la misma. Ha vivido siempre a caballo entre el presente y el futuro, entre lo que es y lo que yo quiero ver que es. El arte es la expresión del sentimiento, en un mundo inundado de lógica y pensamiento. El arte busca la belleza o la contra-belleza, pero se niega a aceptar que sólo haya un modo de ver las cosas.


El artista, y esta es la segunda manera de provocar el cambio, es la persona que se rebela, que es inconformista, que aspira a más, o mejor dicho, a muchísimo más. Que cree en lo que siente y su capacidad para expresarlo. Que no quiere ganar dinero, aunque lo necesita, porque lo quiere es conmover a quien contemple o escuche o lea su obra. Que se ve impulsado a crear porque eso es lo que le da vida y sentido a su vida.

Convertirnos en artistas tal y como se describe más arriba, es lo que puede sanar a una sociedad enferma de rigidez, de ideas caducas, de temores. Pero no necesariamente hemos de transformarnos en artistas plásticos o de cualquier otra rama del arte, sino – o también- en creadores de cada una de nuestras vidas, de igual modo como se crea una obra de arte: con pasión, con amor, con dedicación. Impedir que sean otros los que dicten el tamaño y los colores de quienes somos y de cómo nos expresamos en el mundo. Ciegos y sordos a los mata-sueños de turno, empujados por la vida que late en nosotros, uniéndonos a otros que sienten y piensan igual, porque juntos conseguimos mucho más que separados.


El arte es la revolución que está por venir, pero necesita de cada corazón, de cada lágrima, de cada parpadeo, para sacudir los cimientos obsoletos y levantar otros, más sanos, más justos, más hermosos.


Dijo Mahatma Gandhi: Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo. Ese es el camino, otra cosa es que estemos dispuestos a transitarlo.




Fuente: yamelose-susigrau


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