CLUB BILDERBERG: LOS AMOS DEL MUNDO
En el Hotel Dolce de Sitges (Barcelona), del 3 al 6 de junio, se decide el destino del mundo. Rockefeller, Ackermann, Bernanke, la reina de Holanda, la Reina Doña Sofía, el director del FMI o Rothschild y otras 120 personas más del mismo nivel se reúnen en la ciudad catalana sin hacer publicidad del encuentro y como individuos particulares, que no representan a nadie. Es el Club Bilderberg. Durante tres días hablan de cómo va el mundo, sacan conclusiones y luego las distribuyen entre sus miembros. Es decir, entre los poderosos.
Es decir, que rigen el mundo. Daniel Estulin, un ruso afincado en Madrid después de haber viajado por casi todo el planeta, ha escrito «La historia definitiva del Club Bilderberg». Mientras busca unos cigarrillos para su mujer, cuenta que el fin último del Club Bilderberg, lo que le hace buscar el secretismo, es acabar con los Estados nación y hacer del planeta una empresa de la que sus miembros son sus dirigentes. El resto de la humanidad, sus esclavos. Dice Estulin que casi todo lo que sucede, desde los movimientos del precio del petróleo hasta las recesión que estamos viviendo había sido planteado ya en alguna reunión del Club Bilderberg. La literatura sobre el tema es escalofriante. Cristina Martín, autora de «El club Bilderberg, los amos del mundo», mantiene que la gripe A y la teoría de que el calentamiento global es por la acción del hombre nacieron en el club con el único fin de tener a la humanidad asustada.
«Eso es absurdo. Esa teoría de que Bilderberg es un Gobierno en la sombra es una tontería –cuenta un asistente español, que ha estado varias veces y que prefiere no decir su nombre–. Es una idea del príncipe Bernardo de Holanda tras la Segunda Guerra Mundial para poner en contacto el mundo europeo y el norteamericano. Quería hacer una serie de reuniones donde poderosos de ambos lados convivieran e hicieran contactos. Es verdad que son líderes de opinión, que se tratan temas actuales. Pero el fin es lograr la armonía entre continentes».
No es sencillo encontrar a alguien que describa cómo son las reuniones. No son muchos los invitados, y los que han ido alguna vez son reacios a contarlo. «Son encuentros para el debate y el diálogo, y poco más te puedo contar», asegura Ignacio Camuñas, que estuvo al principio de los 80. Cuando se pregunta sobre Bilderberg prefieren el silencio o el anonimato. Si hablan, no detallan las reuniones.
Por supuesto, no hay Prensa ni comunicados públicos. Es eso lo que le da el carácter misterioso. «Pero es que si después tus opiniones son reflejadas puede que no te expreses con libertad; o al ver que vas a salir en los medios, la vanidad hace que te comportes de un modo distinto o que se digan tonterías. Lo mejor es mantener las reuniones de una manera reservada», sigue contando uno de los asistentes hace años.
Son encuentros informales, aunque se mantiene la etiqueta. Las reuniones comienzan con una recepción el primer día, donde ya se puede hablar con quien se quiera. Después, en las diversas cenas, siempre se cambia de sitio para que se produzca el mayor número posible de relaciones sociales. En las ponencias (cuatro el jueves, cuatro el viernes y una el sábado) puede que te toque al lado del presidente de Google, del director del FMI, del presidente de Nokia o del secretario de Estado de algún país que comienza a emerger. En el desayuno de las 8:00 de la mañana eliges a tus compañeros de mesa. «Puedes tener a tu lado a la Reina tomando unos huevos revueltos», dice nuestro anónimo.
La Reina es una de los asistentes habituales «y es muy activa, muestra mucho interés por las cuestiones, pregunta y toma notas. Es muy entusiasta. Se nota que le gusta estar en este lugar fuera de protocolo, donde puede mostrarse como es». Como le sucede a la reina Beatriz de Holanda, hija del fundador de Bilderberg. Ambas ya forman parte del club, al igual que los españoles Juan Luis Cebrián y Matías R. Inciarte. Son ellos los que piden la asistencia a los miembros los españoles. Los invitados anualmente dependen de su posición política en ese momento, además, claro, de otra característica clave: es esencial hablar inglés a la perfección.
Al igual que no hay guardaespaldas, tampoco hay traductores. El idioma es un requisito importante y pertenecer a la parte del mundo donde impera el libre mercado es fundamental. No asisten, por ahora, líderes que no sean europeos o norteamericanos.
Ni parejas ni vehículo
El secreto que acompaña a estos encuentros ha alimentado la leyenda. Los miembros del Bilderberg se reúnen en hoteles más o menos apartados y de lujo. Los invitados no pueden llevar acompañantes, ni siquiera a su pareja. Tampoco vehículo propio. Llegan en avión o en coche puesto por el club, con una B en el espejo delantero. Durante tres días están encerrados en el hotel, aunque tienen a su disposición todas las comodidades, que no son pocas. Tampoco se pueden marchar de las reuniones. Ser elegido por el club supone el compromiso de ir y participar.
En la página de internet del lujoso hotel de Sitges ya no se pueden reservar habitaciones la primera semana del próximo mes. Esos días aparecen en rojo, de prohibido, de que no hay disponibilidad. Es inútil llamar, buscar algún contacto o pedir hablar con el director. Es el Club Bilderberg quien ha cerrado el hotel y ha cursado las invitaciones. Para ser uno de los elegidos, además de desenvolverse en inglés y ser de un país occidental, hay que tener los contactos adecuados y un perfil definido. En realidad, hay que tener poder o dar la impresión de que se va a tener. Zoellick, Agnelli o Strauss Kahn no se juntan con cualquiera. Al final, el Club Bilderberg marca una frontera definitiva: si eres un político y no cuentan contigo, es que no eres nada importante. Bill Clinton y Tony Blair fueron invitados a una reunión del club cuando todavía eran aspirantes a la presidencia. Fueron los miembros del Bilderberg los que les dieron su apoyo y el empujón definitivo para conquistar el poder en las urnas.
Al elegido para asistir a la reuniones le preguntan si está interesado en participar. Si la respuesta es positiva, entonces llega una invitación formal por carta. Los seleccionados son de tres sectores. El de las decisiones gubernamentales: políticos, secretarios de Estado o presidentes de entidades como el FMI o el Banco Mundial; el de las grandes empresas del mundo privado y sus presidentes o ejecutivos; y por último, el de los grupos de opinión: grandes editores, por ejemplo.
Las reuniones siempre tratan de actualidad internacional, economía y tendencias de opinión. Son temas sobre los que luego se debaten y en los que todos participan y dan su punto de vista. Siempre ha sido así desde que en Oosterberke, Holanda, en el hotel Bilderberg, se celebró la primera reunión, en 1954. No ha habido un año en el que no se haya hecho. Pero pese a su posible poder e influencia en el destino del mundo, la mayoría de los profesores de las Relaciones Internacionales de la Complutense de Madrid no conocen ni han estudiado el tema.
Se sabe que es un club sin una estructura jerarquizada. Su presidente es Etienne Davignon, presidente del Comité de Dirección de Brussels Airlines y vicepresidente de la compañía Suez-Tractebel. Él, junto a Rockefeller y otros miembros, forman parte del Consejo de Administración: es ahí donde se marcan las directrices y el lugar de reunión. Hay un consejo europeo y otro americano, que deciden quiénes tienen que ser los invitados. Los de Sitges ya están elegidos. Ahora, algunos políticos españoles revisan su agenda para ver si están citados. Para ver si, de verdad, tienen poder.
De Holanda a Sitges
El Club Bilderberg debe su nombre al primer lugar donde se celebró la reunión, en 1954. Fue en el hotel Bilderberg, en Holanda. A partir de entonces, los poderosos del mundo se citan todos los años en un complejo de lujo y, a poder ser, algo apartado de las ciudades. En junio, España será sede por segunda vez de la reunión. En 1989, en La Toja, los Reyes recibieron a los miembros del club. Ha sido la única vez que Don Juan Carlos ha estado presente en este tipo de encuentros. Todavía no se sabe si, como sucedió hace años, en Sitges también va a asistir el Rey.
HISTORIA
El club fue creado en 1954 en el hotel Bilderberg, ubicado en la localidad holandesa de Oosterbeek, y su organización estuvo a cargo del príncipe Bernardo de Holanda. Según el portal oficial del club: "La reunión pionera surgió de la preocupación expresada por los principales ciudadanos de ambos lados del Atlántico de que Europa Occidental y América del Norte no estaban trabajando juntos tan estrechamente como deberían en cuestiones de interés común".
El mote de "ciudadanos de ambos lados del Atlántico" se les da a los representantes de la clase dominante occidental, como los magnates Rockefeller, Rothschild, la directiva de la banca de inversión (especulativa) Goldmand Sanchs, los jefes de la OTAN, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, los ministros de las potencias, los mass media como Rupert Murdoch, y ex y futuros presidentes de las principales potencias del mundo como Estados Unidos y Gran Bretaña.
En este último ítem hay importantes personajes que han sido invitados al club y después ocuparon cargos de poder e influencia: Bill Clinton, ex presidente de Estados Unidos, Tony Blair, ex primer ministro de Gran Bretaña, Ángela Merkel, actual Canciller (jefa de Gobierno) de Alemania, Romano Prodi, ex presidente de la Unión Europea, Koffi Annan, ex secretario general de la ONU, entre otros.
La máxima instancia directiva del club está presidida por Henri de Castries, CEO de AXA Group, y entre los integrantes está Josef Ackermann, ex CEO de Deutsche Bank, Peter Sutherland, presidente de Goldman Sachs, Jean Claude Trichet, ex presidente del Banco Central de Europa, Robert Zoellick, ex presidente del Banco Mundial, actual presidente de la Junta de Asesores Internacionales de Goldman Sachs, y el ex primer ministro de Italia y senador vitalicio, Mario Monti. El único miembro del grupo de asesores de esta instancia es David Rockefeller por si quedaba alguna duda sobre el dueño del circo.
La reunión se desarrolla a lo largo de tres días en un lugar previamente especificado, hay que estar "invitado" o ser parte del club para participar en el encuentro de cada año, cada uno de los personajes de la elite occidental no "representa" formalmente a la "trasnacional", institución o gobierno que lo tiene en sus filas, y hay un acuerdo de confidencialidad para no hablar de lo que se converse allí pero sí “utilizar la información” a la que acceda.
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